Antecedentes
En
los meses posteriores a mi primer Cruce de los Andes (febrero 2010) comencé a
pensar en un objetivo algo más desafiante…
Apareció
el UTMB como la carrera de trail más difícil de Europa:
-
168 km
-
+9800m desnivel acumulado
-
46 horas tiempo
máximo, con 11 cortes intermedios (si no llegás a una determinada hora, quedás
afuera).
-
Para inscribirse
es necesario sumar 5 puntos en 2 carreras clasificatorias en los últimos 2 años
-
Cupo de 2300. Se
inscriben 10000
En mayo 2010 tomo
la decisión de participar. El plan para las carreras clasificatorias es volver
a hacer el Cruce (1 punto) en febrero 2011, y La Misión (4 puntos) en diciembre
2011. Durante 2011, intercambiando mails con Sergio Moya me habla de Yerba
Buena-Tafi del Valle. Una carrera en Tucumán de 80 km y +4000 m de desnivel
acumulado. Suma 3 puntos para el UTMB.
El Sorteo
Llego a enero con
9 puntos (¡cuatro más que los necesarios!) El Cruce 2010 dio 2 puntos. Me
inscribo y a rezar. El 20 de enero
ingreso a la página donde se publicarían los resultados: empiezo a bajar por la
lista de los Argentinos: rechazado, rechazado, a pagar, rechazado, rechazado.
Mmmm, viene muy mal. Llego a mi nombre… ¡A
pagar! ¡Entré!
La Preparación
Luego de haber hecho
La Misión en diciembre, decidí que encarar el UTMB sin un plan de entrenamiento
personalizado sería un gran error. En la Misión hice 70 horas para los 160 km. ¡¡El UTMB exige ser terminado en 46!!
De varias
alternativas, opté por la recomendada por Steve: Ironteam. La ventaja más
importante era la ubicación, en Pilar. Además de la buena onda y
profesionalismo de Hugo Bressani, el profe.
Luego de 9 meses
concluyo que fue fundamental esta decisión. No sólo por el plan, sino por haber
aprendido muchísimo del arte de correr en este tiempo. Por otro lado, el
análisis profesional de la pisada, plantillas resultantes y zapatillas
adecuadas, conformaron una base extremadamente sólida para encarar el desafío y
evitar lesiones.
Aunque la carga
del entrenamiento hizo que a los 5 meses aparecieran avisos del cuerpo. Aparte
de la tendinosis en el tendón de Aquiles derecho que vengo sufriendo desde
noviembre 2011, aparecieron contracturas en ambos gemelos y en tibial anterior
izquierdo. Tuve que bajar el volumen en el último mes debido a ellas.
La tendinosis
merece un párrafo especial. Al ser diagnosticada en marzo 2012, motivó que el
deportólogo me indicara no correr el UTMB. El riesgo: que se cortara durante la
competencia…
Los días previos en Chamonix
Llegué al pueblo el martes a eso de las 23:00 hs. El miércoles por
la mañana nos encontramos con los otros argentinos inscriptos y salimos a dar un
trotrecito suave por Chamonix. Muy lindo!
El día,
espectacular.
A la noche,
comienzan los pronósticos de lluvia y mal tiempo para el viernes.
El jueves,
encuentro con mis viejos. Ya se van concretando los rumores respecto a las
malas condiciones climáticas. Llueve en Chamonix, y tormentas en las altas
cumbres en Italia y Suiza. Consecuencia de ello fueron los cambios en el
recorrido y acortamiento de la carrera.
Encuentro con los amigos de Alcatel Francia del Zeteam y con Bernardo, con quien coincidimos en el hotel.
La carrera
Finalmente, lo que parecía un acortamiento en el
trazado original, convirtiendo a una de las carreras de ultra-trail más difíciles
de Europa en una más del montón, resultó ser una experiencia inolvidable.
Mi
reloj marcó casi 110 km y 23 horas de carrera non-stop. Largamos unos 2500
corredores a las 7 de la tarde. Llovía sin parar. Temperatura, alrededor de 10
°C.
Todo
el pueblo de Chamonix, Francia, en las calles alentando a medida que pasábamos:
“Allez-allez”, “Bravo” fueron dos expresiones que se repitieron en cada entrada
a los pueblos de la región y que guardaré siempre en mi memoria. Es
impresionante la energía que te inyectan.
Luego
de dos horas, la noche era total. Todo el mundo con sus linternas prendidas
intentando ver dónde se ponía cada pié. Seguía lloviendo sin parar, la neblina
era bien espesa y la temperatura ya había bajado unos cuantos grados.
Comenzó la primera subida importante. El ascenso
fue tan empinado y rápido que no me permitió anticiparme al extremo frío que
cayó sobre nosotros. Plena noche, lluvia que se había transformado en nieve,
temperatura bajo cero, y el camino embarrado y muy peligroso para las lesiones.
Sentí un frío intenso en las manos e inmediatamente me puse dos guantes en cada
una. El primero para dar calor, el segundo impermeable. Aquí fue mi primera
gran preocupación, de las dos que tendría a lo largo de la aventura. El frio en
las manos no se reducía, sino todo lo contrario. Sentía dolor y casi no podía
mover los dedos. Comencé una serie de movimientos de apertura y cierre de las
manos para lograr estimular la circulación. No mejoraba.
Ya no podía tomar los
bastones. Todo esto mientras seguía nevando, el camino a ambos costados con una
capa de diez centímetros de nieve, y cuidando muchísimo dónde poner cada pié.
Entendí por primera vez a los que abandonan en este tipo de situaciones (de
hecho informaron que durante la noche hubo poco más de 300 abandonos). Sentí
pánico que efectivamente se congelaran los dedos, ya que eso no tiene vuelta
atrás. Todo el resto del cuerpo venía muy bien. Seguí con los movimientos hasta
que en un punto el proceso de enfriamiento se revirtió y al fin el calor comenzó
a retornar a ambas manos!
Correr
con estas condiciones fue muy duro. Lo peor que enfrenté hasta ahora. No veía
el momento de que se hiciera de día, para que el sol aunque filtrado por las
espesas nubes, levantara unos grados la lectura del termómetro.
Y
finalmente sucedió! A las 7 de la mañana ya no era todo oscuro y saboreé esos
rayos filtrados de sol.
Así como me relamí en cada una de las paradas de
reabastecimiento (unas 6) en donde daban bebidas, pan, galletitas, chocolate,
barritas, queso, fiambres, y lo que más consumí: el caldo con fideos salado y
caliente.
Esta reposición de calorías resultaba fundamental para poder seguir.
Coincidentemente con la salida del sol, comenzó mi
segunda preocupación. Pequeño dolor a la altura de la ingle derecha…
¿Apendicitis
ahora?
Saqué los pensamientos negativos y mantuve el alerta sobre el dolor para
ver si aumentaba durante los próximos kilómetros. Mientras iba por el llano o
en bajadas, nada. Pero en las subidas, el dolor cada vez era más intenso.
Detecté que el mismo estaba localizado justo en la parte superior del
quádriceps. “Debe ser un pequeño desgarro”, me autodiagnostiqué. El primer
diclofenac e ibuprofeno adentro. Esto calmó bastante el dolor por unas cuatro
horas. Ya ameritaba una segunda dosis. Y por suerte ahí se mantuvo el dolor sin
avanzar más.
A
media mañana por fin dejó de llover. Y así continué mi carrera. Disfrutando las
entradas a los pueblos, penando en los senderos embarrados luego de tanta
lluvia, y dejando atrás ascensos y descensos brutales a las montañas de esta
región francesa.
En un
momento, dentro del primer tercio de la aventura, mi cabeza hizo un giro
positivo a la terrible desilusión de haber hecho tantos sacrificios para
participar en este evento y que luego se haya transformado en otro. Pensé,
“¡qué buen entrenamiento que va a ser esto para el año que viene! ¡¡Ya tengo
objetivo clase A para 2013!!”
Por
supuesto esto habrá que verlo, pero hizo que desapareciera la pesadumbre con la
que largué bajo la lluvia y comencé a darle sentido a la experiencia.
Mantuve siempre controlado el paso. En algunos
tramos hubiese podido ir más rápido, pero cuidé el desgarro. La velocidad total
estimada para la carrera larga era de 4,20 km/h. Aquí finalmente corrí a un
promedio de 4,66 km/h. O sea, mejorando el plan original.
La
llegada, sin palabras que puedan describirla fielmente. Todo Chamonix de nuevo
recibiéndonos. Algunos entrábamos corriendo, otros caminando, y otros más casi
arrastrándose con sus bastones. Mis viejos en la línea de llegada, no tuvo
precio.
Y aquí
estoy, en la noche del domingo, compartiendo estas líneas con ustedes, y
mirando de frente, colgado en una silla, mi chaleco de UTMB FINISHER. Desde el
primero al último que pasa la meta, sólo corremos por ese chaleco (o por todo
lo que ello implica). Objetivo cumplido y ¡feliz!
Por último mis palabras de
agradecimiento y amor por cada uno de los que de alguna forma u otra me
ayudaron en este desafío. A Caro, Celi y Nico por el aguante, a mis viejos por
haber podido darnos la oportunidad de compartir estos días juntos, lejos del
país, a mis familiares, a mis amigos que siempre están, a los que estarán, a
Hugo que ideó el plan de entrenamiento y me dio tips muy importantes a lo largo
del año, a Lisandro y Gustavo que curaron mis lesiones a lo largo de los meses
de preparación, a los corredores argentinos (impagable también el encuentro de
la troupe argentina el miércoles antes de largar), a Sergio por compartir su
experiencia del año pasado, a Bernardo por su generosidad al abrir su mochila
electrónica y mostrarnos sus secretos (de los cuáles usé algunos), a los
compañeros del laburo que corren, y a los que no corren también.
Gracias
a vos que has leído estas líneas, ya que de alguna manera estamos conectados.
¡Gracias
a TODOS!
No hay comentarios:
Publicar un comentario