viernes, 30 de junio de 2023

Desafío Cacique Chelemin

En junio, invierno en Argentina, las opciones para correr trail disminuyen.

Descubro esta carrera en Andalgalá, provincia de Catamarca, que cumple con las premisas de correr entre 30 y 40 kilómetros por las montañas, y me anoto.

El Cacique Chelemín, fue un líder indígena de la Confederación Diaguita-Calchaquí, que habitaban el oeste de la actual provincia argentina de Catamarca, en el entorno serrano de los valles de Hualfín y Andalgalá. Comandó una etapa de la guerra de resistencia contra la invasión del Imperio Español, entre 1630 y su ejecución en 1637.

El levantamiento de Chelemín, conocido como el Gran Alzamiento Diaguita, forma parte de las Guerras calchaquíes, una sucesión de enfrentamientos indígenas contra el Imperio Español, entre 1560-1667. Chalimín unió varios señoríos indígenas contra los españoles, que le permitió formar un ejército, con el que atacó las ciudades españolas de Tucumán, Londres y La Rioja, recuperando durante siete años el control de una amplio territorio comprendiendo partes de las provincias de Catamarca, Tucumán y Salta, con base en el valle de Hualfin en Catamarca.

El Desafío, recorre estos senderos diaguitas. No es una carrera muy conocida para los que estamos en Buenos Aires. De hecho, soy el único de CABA inscripto. Todo el resto de competidores son de la zona: La Rioja, Tucumán, San Juan y Catamarca.

La logística para llegar es complicada: vuelo a Tucumán, coche a Andalgalá.

Son 200 km y Waze indica dos horas y media para llegar. Falló de manera grosera. No tiene en cuenta la montaña, ni la disminución de velocidad en las rutas de ripio.

Luego de los primeros 100 kilómetros, la ruta es de ripio. Y en dos ocasiones se cruzan montañas que obligan a ir a 30 km/h de velocidad promedio. ¡Tardo 5 horas en llegar!

El paisaje, hermoso. Montañas altas, picos nevados. Primero monte verde y luego desierto, con sus ocres y grises.

Llego a Andalgalá y me hospedo en el Hotel Boutique que resulta una excelente opción por precio/calidad. Estoy a una cuadra de la plaza principal, en donde será la acreditación.

Llega el día de la partida. Se sale desde unos 5 kilómetros de la plaza. Contrato un taxi un día antes que me pasa a buscar a las 7 de la mañana por el hotel. Hace frío. La largada se atrasa media hora. Por suerte, en el autocamping en donde está el arco, hay una cafetería. Pido un mate cocido calentito y espero que pasen los minutos en este lugar calefaccionado.

15 minutos antes, salgo a calentar un poco y a las 08:30, ¡largamos!

La carrera tiene dos subidas y las bajadas se hacen por el mismo lugar, con lo cual nos cruzamos con los punteros mientras ascendemos, y con quienes van detrás, en los descensos. Es divertido esto.

En los puestos de control entregan unas pulseritas que hay que mostrar en la llegada, como prueba de que se hizo el recorrido completo. No hay chip acá.

Además, en la cumbre del cerro Chelemín, entregan un banderín, que también lo piden al completar el Desafío, en la plaza principal de Andalgalá.

A los 6 kilómetros entro en régimen, ya sin frío, y comienzo a gozar esta carrera.

Los dos ascensos son muy corribles, y disfruto del paisaje muchísimo.

Pero... mientras subo el segundo cerro, a un muy buen ritmo, no veo una marca, y sigo de largo.

Cuando me doy cuenta de la situación, intento volver sobre mis pasos. ¡Imposible! Estoy en medio del monte catamarqueño, con cientos de posibles senderos para elegir. Una vegetación cerrada y muy agresiva para el cuerpo. Con poca luz y muchas espinas. 



Intento encontrar el sendero correcto, pero no lo logro. Pasan diez minutos. Mi cerebro permite el inicio de una desesperación. Perdido en medio del monte. Imposible que me encuentren acá. Si me agarra la noche, ¡el frío sería insoportable! Y la fauna... ¡¡HOLAAA!! Nadie responde a mi grito... No dejo que estos pensamientos duren más de unos segundos, me tranquilizo y decido usar la función que tiene mi GPS de track back. 

Con esta función, el reloj comienza a marcar el camino de regreso. Es como el cuento de Hansel y Gretel, pero sin las migas, ¡jajaja!

Pero claro, con tantos senderos posibles, el Garmin indica un camino de vuelta que me obliga a pasar entremedio de arbustos espinosos que me lastiman piernas y manos.

Al cabo de quince minutos, llego a un punto y me cruzo a un corredor. ¡Ahhhh! ¡Logré recuperar el sendero! Y así, gracias al Garmin, y con sangre en mi cuerpo, logro continuar la aventura,  muy contento de haber superado este problema que podría haber sido grave.

Llega la última parte del ascenso al segundo cerro, y a partir de aquí es una bajada hasta el pueble. Es el kilómetro 27. Pero lejos de ser un disfrute, aquí comienza la parte más difícil de la aventura.

El descenso es a lo largo del cauce del río Chelemín. Todo piedra, arena e innumerables cruces hacia un lado y al otro del río. Que, aunque con poco caudal, obliga a introducir los pies en el agua, y andar todo este trayecto con las zapatillas y las medias mojadas, entre piedras resbaladizas y flojas.

¡Una gran paliza para los pies!  

Me comienza a doler el tendón de Aquiles izquierdo por el esfuerzo. Bajo un poco el ritmo y así continúo hasta llegar a la plaza, luego de 5 horas y 48 minutos de carrera.



No te pierdas el video de esta aventura en: www.youtube.com/@tordo_xtrim y suscribite para continuar viendo material de aventuras como esta, ultras, bienestar, ¡y más!


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