¡Qué emoción!
Esta carrera cumple dos objetivos en mi vida de runner:
- Tachar del listado una de las 25 carreras a pie más extremas del mundo
- Agregar el 6° continente (Asia) al objetivo de correr una ultramaratón en cada uno de los 8 continentes del planeta.
Si completo el Gobi March, solo faltarán Oceanía (Australia) y Antártida.
Gobi March es una carrera de autosuficiencia. Se corre en el desierto de Gobi, en Mongolia. Son 6 etapas en 7 días. Hay una etapa de 80 km (la ultramaratón) para la cual dan dos días.
La previa
Una de las mejores previas en mi vida. Viaje con toda mi amada familia por España y Portugal, luego un viaje memorioso en motocicletas por Francia, con amigos de la infancia. Para terminar corriendo el Trail du St. Jacques, by UTMB, también en el país galo.
Termino la carrera bastante dolorido de los cuádriceps, ya que, aunque cuidé mucho el físico, anticipando lo que vendría, las carreras de UTMB no son paseo, y al principio tuve que exigirme para pasar bien por los tiempos de corte.
Pero en una semana ya estaré recuperado, así que mi cerebro ya está enfocado en la próxima aventura.
Tomo un tren a Paris, en donde paso un par de días hermosos, recordando los viejos buenos tiempos en Alcatel. Me hospedo en el barrio de Montparnasse, lo camino otra vez desde hace tantos años, y para finalizar vuelvo a deleitarme con una deliciosa gallete con sidra en la creperié Chez Jeanne.
¡Finalmente llega el 18 de junio! Viajo en el RER B al aeropuerto, y me embarco en el avión a Ulán Bator, la capital de Mongolia.
Llego a destino luego de un viaje de 16 horas.
Al llegar a migraciones, la primera nota fuera de lo común, de todas las que relataré en estas líneas. El oficial de policía me indica que no tengo visa para ingresar al país. Estos son temas que reviso muy cuidadosamente cuando viajo, así que con mucha seguridad le explico que Argentina es un país que no necesita visa para ingresar en 2025. Me mira. Mira el pasaporte. Me vuelve a mirar, y finalmente estampa el sello de entrada en mi documento..
Me espera un taxi enviado por el hotel, y en el trayecto comienzo a vivir la experiencia de estar en una cultura completamente diferente.
El coche tiene volante a la derecha. El 70% o más de los coches tiene volante a la derecha. Pero... lo curioso es que manejan como nosotros, o sea, circulan por la derecha. ¡¡Cuac!!
La mayoría de los coches son marca Toyota. Recordemos que en Japón se conduce por la izquierda. El parque automotor es antiguo. Lo que ocurre es que en Mongolia, no hay una regulación respecto a este tema, y por lo tanto, ingresan coches japoneses usados, muy baratos, y a la gente le resulta más conveniente comprar uno de estos coches con volante a la derecha. Estimo que más de la mitad de los autos tienen el volante a la derecha. ¡Muy loco!
Dejo las cosas en el hotel, y comienzo a caminar la ciudad.
La influencia soviética se nota mucho. Es una ciudad (salvo algunas cuadras del centro) antigua y bastante sucia. Casi nadie habla inglés. Aunque conservan su alfabeto tradicional, el oficial es el cirílico.
La Primera Guerra Mundial influyó indirectamente en la ocupación soviética de Mongolia. Los bolcheviques buscaron expandir su influencia para asegurar fronteras y difundir el comunismo. Mongolia, entonces bajo presión china y con presencia de fuerzas antibolcheviques, se convirtió en un objetivo estratégico. Así, el caos posterior a la Primera Guerra facilitó la intervención soviética en 1921 y la instauración de un régimen comunista aliado a Moscú.
Durante décadas, los soviéticos influenciaron profundamente su política, economía y cultura. La ocupación terminó con la caída del bloque soviético en 1989, dando paso a la democracia.
En el tránsito urbano, son insoportables con la bocina.
Tuve la suerte de presenciar un acto académico importante frente al Palacio de Gobierno, fui al museo Nacional de Mongolia, y al de Gengis Kan. Muy interesantes ambos.
Ingreso a
un restaurant y pido una comida típica: el guriltai shöl. Una sopa muy
sabrosa con pasta y carne.
Al día
siguiente me traslado al hotel que nos reservó la organización de Racing the
Planet. El Novotel de Ulán Bator.
Empiezo a ver a algunos corredores. Ya empiezo a sentir el ambiente de
la carrera, y la adrenalina comienza a aparecer.

Como
tenemos el día libre, aprovecho a seguir caminando por la ciudad, y además
ingreso a un par de museos nacionales muy interesantes: el de Mongolia y el de
Gengis Khan.
21 de
junio
¡Llega el
momento de la acreditación!
Nos
revisan todo el material obligatorio en el Novotel de Ulán Bator. Uso toda la
experiencia de la Maratón de Sables y de Jungle Marathon para preparar mi
mochila, pero la gran cantidad de material mandatorio que se exige en este
evento hace que mi mochila esta vez pese 8,45 kg (sin agua y con el GPS de la organización).
Contenido completo de la mochila
Los elementos obligatorios van en amarillo.
Al mediodía nos esperan los autobuses, los cuales nos ¡internarán en el desierto!
Las
tiendas ya están asignadas. Me toca la número 4, llamada Snow Leopard. La
comparto con dos corredores españoles (Pablo L y Pablo C) y dos brasileños (Jane y
Alberto).
Al igual
que en Sables, ubican a los competidores tratando de que todos puedan
comunicarse en el mismo idioma. Muy importante esto para la integración y el desarrollo de una comunidad fuerte a lo largo de los días.
En seis
horas llegamos al Camp 1. Cenamos y a dormir.
22 de
junio. Día 1 Etapa 1. Distancia: 38,4 km Desnivel Positivo Acumulado: +711 m
Largamos a
las 08:00 de la mañana. El sol ya pega fuerte, y aunque hay una brisa fresca,
no está presente todo el tiempo y no logra refrescar el cuerpo.
La
mochila, en su primer día, pesa. Voy a un ritmo tranquilo. Corro en los llanos
y en las bajadas y camino en las subidas. Siento mucho el calor. Llevo dos
caramañolas de 750 ml con electrolitos y una tercera con agua para refrescarme.
Me siento
sofocado. La piel de los brazos aparece morada, y siento que mi temperatura
corporal aumenta en cada paso que doy.
No hay
nada de sombra. El paisaje es hermoso. Colinas con cimas redondeadas y verdes.
Todo es verde por acá. Debajo del pasto que crece por la humedad, está la arena
compactada. En general, no estamos corriendo por arena suelta. El problema es lo sofocante
del clima. Nos dicen que llega a 45 °C la sensación térmica hoy.
Aunque los
avituallamientos con agua están muy bien colocados cada 5 km aproximadamente,
noto que mi organismo se está descompensando de a poco.
Termino la
etapa con un malestar importante. Descanso unas dos horas y me preparo una
comida, que voy comiendo muy de a poco, a lo largo de otra hora. Tomo poca
agua, porque siento arcadas. Continúo tirándome agua al cuerpo y a la cabeza,
porque me siento muy acalorado, como con fiebre.
Se hacen
las 9 de la noche y a dormir.
23 de
junio. Día 2 Etapa 2. Distancia: 42,1 km Desnivel Positivo Acumulado: +760 m
A las seis
de la mañana todos arriba. En realidad, ya todos se han levantado y yo soy el
único que duerme hasta las seis. Esto se repetirá a lo largo de los siguientes
días.
Los dos
Pablos son ingenieros y amigos desde la universidad. Uno vive en Madrid y el
otro en Suiza, Jane y Alberto son pareja y viven en Rio de Janeiro.
Desayuno
granola y aunque me cuesta pasar la comida, termino la porción.
El
recorrido de esta etapa me resulta monótono, aburrido. Seguimos a través de
este desierto verde y ya nada me llama la atención. Pero en realidad el
problema es mío. Sigo sintiéndome acalorado, sofocado, afiebrado, y mi estómago
ya no pasa comida alguna. No puedo pasar ni siquiera el líquido con electrolitos. Con
lo cual me focalizo en beber agua de a sorbos muy pequeños y tomar una gragea
de sales por hora.
Voy más
lento en esta etapa. Media hora antes de llegar al Camp 2 intento tomar la
última gragea de sal, y la arcada me hace devolverla. Grande es mi sorpresa
cuando noto que también vomito parte de la comida de ayer.
Soy el
primero en llegar de la tienda, que esta vez no es tienda, sino que dormiremos
en una yurta mongol. Me recuesto en una de las camas, y dormito en la soledad de la vivienda nómada, suplicando que este tremendo malestar se normalice de una vez.
En Mongolia, gran parte de la población mantiene un estilo de vida nómade, una tradición milenaria adaptada al clima extremo y al terreno estepario. Estas familias se trasladan varias veces al año con sus animales en busca de pasturas. Viven en yurtas, viviendas desmontables que resisten bien el viento y el frío. Su economía se basa en la ganadería (cabras, ovejas, caballos, yaks). A pesar de la urbanización, aproximadamente el 30% de los mongoles aún vive como nómades o seminómades.
Comienza a
llover. Refresca un poco, pero no lo suficiente. Albert me ve mal y me alcanza
una toalla mojada para que ponga en mi cabeza.
No puedo
comer nada. Pablo L abre un jamón ibérico que es un manjar. Mi estómago sí lo
acepta, y además me ofrece un caldo de verduras que preparo y voy bebiendo de a
poco.
Se va
tejiendo la comunidad tan importante entre nosotros. Llevar caldos es algo que
voy a implementar sin dudarlo en el futuro. ¡Y jamón también!
Pero eso
es lo único que como durante el día. La tormenta aumenta y comienza a entrar
agua en la yurta. Albert quiere buscar a los organizadores para que coloquen una
funda sobre el techo, pero ya es tarde. Finalmente no nos crea gran problema el
agua que ingresa.
24 de
junio. Día 3 Etapa 3. Distancia: 22,2 km Desnivel Positivo Acumulado: +352 m
Me siento
débil. No puedo desayunar ni tomar agua. Estoy muy preocupado. Para
contrarrestar el problema, me aprieto la panza y me digo:
— ¡Acá hay todavía
bastante grasa para quemar!
Pero no puedo correr en esta etapa. La camino de
punta a punta. Debo regular la energía porque sin casi comer durante tres días, intentar correr daría
seguramente un desenlace desastroso.
Hoy todos
los compañeros de tienda llegan antes que yo. Me aburro caminando y la
distancia a recorrer se me hace interminable, infinita.
Me entero
de que entre el primer día y el segundo, abandonaron 14 corredores de los 90
que empezamos. Valor muy alto para el comienzo del evento.
Ya en el campamento, Jane me
ofrece una sopa de lentejas que acepto. Puedo consumir la mitad. Pablo L comparte
otro caldo que logro beber bien. Y eso es todo lo que ingiero hoy.
25 de
junio. Día 4 Etapa 4. Distancia: 64,3 km Desnivel Positivo Acumulado: +961 m
Mis ánimos
están por el piso. Pensar que debo enfrentar 80 km en esta etapa, sin poder
correr, es un golpe muy fuerte para la cabeza. Pero en estas circunstancias es
donde la motivación entra en juego. ¿Pienso en abandonar? Sí, claro. Pero quito
el pensamiento rápidamente de mi mente, y pongo en primer plano el objetivo de
terminar esta ultra-maratón en Asia, y hacer el check en el sexto continente. Y
como ya me ha pasado en otras oportunidades, pensar en haber viajado tantos
kilómetros para conseguir el desafío y no lograrlo sin estar con alguna lesión
inhabilitante, está fuera de toda decisión.
Anuncian
tormentas para la tarde. Salimos como todos los días a las 8 de la mañana. Ya
hace calor.
Aproximadamente
la mitad de los corredores comenzamos la etapa caminando. El corte es mañana a
las 10 de la mañana. Son 26 horas para hacer 80 kilómetros, con lo cual se
puede caminar todo el tiempo.
Sigo con la estrategia de llevar tres caramañolas con agua. Dos para beber, la tercera para
refrescarme cara, cuerpo, y cabeza. Fundamental hacer esto para controlar la
temperatura corporal y evitar que llegue a límites críticos.
Los
puestos con agua están siempre a unos cinco kilómetros de distancia. Atendidos
por voluntarios que contagian energía positiva, gritan cuando estamos llegando,
refrescan nuestras pieles con spray, y rellenan nuestros recipientes que llegan
vacíos a cada puesto.
Voy por
detrás de los compañeros de tienda, que llevan un ritmo más rápido.
En el puesto
de control 6, en el kilómetro 53 me los encuentro a los cuatro. Los dos Pablos
están a punto de irse, y Jane y Alberto se disponen a comer algo.
La
organización nos da una gaseosa acá. Aunque no está helada, bebo esa Sprite de
a sorbos, disfrutándola como si fuera la bebida más deliciosa del mundo.
La termino
y sigo mi camino para completar los 27 km que restan.
El sol se
está poniendo y está refrescando. Veo adelante rayos y relámpagos, truenos que parecen bombas y que cada vez
se oyen más cerca.
Comienza a
llover…
Y acá se
produce la magia. El agua fresca sobre mi cuerpo y el descenso de la
temperatura constituyen el punto de inflexión. Vuelvo a recuperar la
temperatura normal en mi cuerpo, y el Omeprazol que me compartió Pablo L, junto a
un par de dosis más que me dieron los médicos en los puestos de control, logran
el cambio.
Comienzo a
correr. A disfrutar el agua sobre mi rostro y todo el cuerpo. Veo a otros
corredores que inmediatamente se colocan el poncho impermeable, y pienso en
broma: “¡perdónalos Señor, no saben lo que se pierden!”
La lluvia
es cada vez más fuerte. Los relámpagos iluminan la noche, y los truenos rugen
por todos lados. ¡Estoy feliz! Lo que fue un calvario hasta ahora se convierte
en dicha eterna. Lloro de felicidad.
A los tres
kilómetros llego al puesto de agua y me dicen que debido a la tormenta
eléctrica debo esperar allí a que amaine.
Estoy
eufórico y logro convencer a los del puesto que me permitan seguir bajo mi
responsabilidad. Sin dudarlo entonces, continúo por el camino hacia el fin de la etapa.
Doy unos pasos y una corredora australiana se pone a mi lado y me dice que
estaba detenida en el puesto, y como me vio seguir, también se decidió a
continuar, preguntándome si podía hacerlo conmigo. "Sure, of course!", le respondí, y así seguimos corriendo juntos debajo de la refrescante y poderosa
tormenta. Resulta que también es finisher del Tor des Geants, así que tenemos
tema de conversación para rato.
Lamentablemente
no dura mucho el éxtasis. A los dos kilómetros aparece un ómnibus de la
organización indicando que la etapa quedaba suspendida por el temporal. Esgrimo
un principio de queja, pero entendiendo que ya todo estaba decidido, subo
apesadumbrado al vehículo. Allí ya están Jane y Albert, y a los pocos minutos
levantamos a otros corredores, entre ellos a los dos Pablos.
Nos
indican que se implementa un Camp diferente al original, ya que éste está
rodeado por la tormenta.
Nos llevan
a un club, y todos dormimos en la cancha multi-deporte del club. Esta parte de
la aventura es la única que realmente no me gusta en absoluto. Entiendo la
preocupación de la organización por la seguridad, pero el plan B implementado
deja mucho que desear. Los baños, impresentables desde todo punto de vista.
Y acá, el
genio de Pablo L produce otro acto de magia. Nos comparte el jamón ibérico de
bellota más delicioso que comí en mi vida. ¡Qué placer!
Encuentro
un lugar para recostarme, y me duermo muy contento por haberme recuperado de la
insolación y del malestar estomacal, pensando en esa delicia española que
acabamos de consumir.
26 de junio. Día 5 Etapa 4
Hoy es descanso. Estamos en el gimnasio hasta el mediodía, y luego nos llevan al camp original, ahora que ha pasado la tormenta. Buen momento para descansar. La temperatura ha bajado y me siento muy bien. Me alimento muy bien hoy.
Ampollas
Párrafo aparte merece el tema el de las ampollas en los pies. Más del 90% de los corredores las tienen. Algunos tienen los pies realmente a la miseria. Pablo C todo el tiempo me dice que envidia mis pies. Es que mi método desarrollado en todos estos años, ha dado muy buen resultado. No tengo una sola ampolla en mis pies, y eso es un factor crítico a la hora de disfrutar. Las ampollas en general no son inhabilitantes, pero son muy dolorosas y una vez desarrolladas, lleva mucho tiempo su gestión, tanto física como mental.
Un ejemplo de pies de un corredor al terminar el desafío
Me pone muy contento tener mis pies sanos, especialmente ahora que me siento bien y que podré correr mañana sin dolores, con menos peso, y realmente disfrutando el momento.
27 de
junio. Día 6 Etapa 5. Distancia: 40,6 km Desnivel Positivo Acumulado: +553 m
Me
despierto con mucha energía. Anoche logré comer la segunda ración completa
desde que empezamos el desafío. Unos mac & cheese con carne muy ricos.
La mochila está muy liviana. He regalado todo lo que no comí
hasta ahora y ha bajado dos o tres kilos seguro. Yo debo haber bajado el doble que eso, fácilmente.
El día
está fresco, hermoso. Me dispongo a correr toda la etapa. Hoy es una maratón en
el desierto húmedo.
Comienza el disfrute ni bien largamos. Voy a un trote sólido. Albert, Jane y Pablo L, se quedan algo atrás, y Pablo C va por delante.
Llego al primero de los siete ríos que debemos cruzar hoy. ¡Súper refrescante! Cómo estoy disfrutando esto. El malestar de los primeros días pasó, y con él, también pasaron las malas sensaciones y pensamientos. Hoy es todo alegría, sensaciones positivas y disfrute a más no poder.
Llega el primer checkpoint y me lo encuentro a Pablo C.
— ¿Dónde dejaste a Pablo? —me pregunta.
— No lo sé, ¡es tu amigo!, ¿dónde lo dejaste vos? — le retruco riéndome.
— ¡Es la resurrección del Tordo!
Antes de que Pablo C termine la frase, me levanto y dejo el puesto gritando extasiado de felicidad.
Llego a otros ríos que atravieso con placer, y cargo agua fresca de la vertiente, en la caramañola que uso para refrescarme.
Supero a algunos corredores. Estoy corriendo casi todo el tiempo. Solo camino en las subidas que me propone el camino.
Faltando unos cientos de metros para el campamento, llega el último gran río. Son unos veinte metros que debo atravesar. ¡Qué felicidad! Mientras lo cruzo voy disfrutando anticipadamente el momento en que regrese y me zambulla como corresponde en él.
Corredores que ya han terminado la etapa, están unos metros río arriba haciendo lo propio.
Llego unos 45 minutos antes que los Pablos, paso la línea de meta con los gritos y vivas de los voluntarios, dejo mi mochila en la tienda, y vuelvo al oasis... Me quedo allí disfrutando de la vida, incontables minutos de relajante y refrescante alegría.
Llegan los Pablos y los amigos de Brasil. La tienda 4 completa. Todos estamos muy contentos y paladeando el fin de la aventura mañana.
Por primera vez me fijo en la clasificación, ya que me interesa ver cómo decidió la organización posicionarnos a todos luego del corte de la etapa. Grande fue mi sorpresa y desilusión cuando veo que agregaron ¡dos horas! a mi tiempo. Teniendo en cuenta que al momento del corte me encontraba justo en el medio entre los dos Pablos y Jane y Alberto, los busco para ver si en forma relativa, el cálculo era consistente. Confirmo mis sospechas de error, ya que a ambos Pablos les agregaron diez minutos y a los brasileños, dieciséis minutos. La busco a Mary, la directora del evento, y le comparto mi hallazgo y solicito su solución. Me dice que analizarán el caso...
28 de
junio. Día 7 Etapa 6. Distancia: 7,5 km Desnivel Positivo Acumulado: +48 m
Comienza la etapa con un cambio respecto a los días anteriores. La salida se hace en tres grupos separados cada treinta minutos. Primero salen los más atrasados en la clasificación, luego salimos nosotros, la tienda 4 completa, (quienes estamos por la mitad en la clasificación), y por último largan los que están encabezando el ránking.
Decidimos ir los cinco juntos. Largamos a las 06:30 y vamos a correr los 7 kilómetros de esta etapa sin separarnos, para llegar triunfalmente todos de la mano.
Hay muy poco desnivel, así que se hace fácil el camino. Más aún porque cada paso que damos nos acerca a la culminación de esta ¡aventura increíble!
Al cabo de poco más de una hora, llegamos al gran Monasterio Erdene Zuu, y vemos el arco.
Nos tomamos de la mano y a los gritos, lo cruzamos. Nos reciben con hurras, la medalla, pizza, cerveza y gaseosas.
Se me acerca Mary y me comunica que efectivamente detectaron un error en mi clasificación de la etapa larga y que mi tiempo quedó ajustado correctamente.
La primera mitad de la aventura fue terrible. Tres días sin comer y pudiendo disfrutar muy poco debido al malestar general causado por la insolación del primer día.
Pero la segunda parte fue otra historia. Volví a sentir esa felicidad que solo encuentro en estos desafíos. Haber logrado "sobrevivir" casi sin comer durante tres días en el desierto, no bajar los brazos, sentir la camaredería con mis compañeros de tienda y setear la cabeza en continuar hasta que el cuerpo se normalizara, fue muy fuerte. Y ya recueprado, esos últimos días, en especial el de la quinta etapa, fueron grandiosos.
El sexto continente, adentro. Solo restan dos para cumplir con ese gran objetivo de correr una ultramaratón en los ocho continentes de este planeta.
