viernes, 4 de noviembre de 2022

IMMORTALS' RACE

Terminar internado en un hospital griego no estaba dentro de los planes para esta carrera. Pero lo que ocurrió demuestra que no tenemos siempre todas las variables bajo nuestro control.



2022 marca el año en donde compruebo que el Spartathlon está aún lejos de mi alcance. Sin embargo, pese a que después de cada uno de los dos intentos para clasificar me digo que desistiré del intento, aquí estoy, una semana después de haber vuelto de Grecia, pensando en una nueva estrategia para clasificar...

Viajamos con Caro a Grecia y disfrutamos a más no poder este hermoso país, al que llegamos por primera vez en nuestras cortas vidas.



Hermoso por su historia, por su geografía, por su clima y por su gente.

Elijo Immortals' Race porque es en Grecia, porque recorre algunos puntos en común con el Spartathlon, por la temperatura en esta época (unos 15 °C), por el análisis del desnivel, y principalmente porque si se termina en menos de 17 horas, sirve para clasificar al Sparta. Son 142 km.

El punto del desnivel merece un párrafo aparte, ya que fue el determinante del resultado final logrado.

La carrera comienza en Trípoli, ciudad ubicada en el centro del Peloponeso. Mucha gente joven se ve por las calles, seguramente a que aqupi encontramos la sede de la Universidad de la península.

Todo por caminos y rutas asfaltadas, llega a Sparta, para finalmente terminar en Kalamata, ciudad balnearia ubicada en una bahía que torna al mar de sus playas en una gran y calma piscina.

El nombre de la carrera  hace referencia a la guerra entre Grecia y Turquía entre 1919 y 1922 (se cumplen 100 años). Genocidio que sufrieron los armenios y también los griegos.

Durante el periplo, nos encontraremos con las estatuas de varios héroes giegos:

1. El General Theodoros Kolokotronis en Trípoli

2. El Rey Leonidas en Sparta

3. El último Emperador bizantino, Konstantinos Palaiologos en Mystras

4. La Victoria, con Grigorios Dikaios (Papaflessas), Theodoros Kolokotronis y Petrompeis Mavromichalis en Kalamata

Este es el perfil de la carrera informado en la página oficial.



Haciendo las cuentas, se llega a un desnivel positivo de unos +1900 metros.

La lógica de mi pensamiento fue la siguiente: logré terminar Comrades en menos de 11 horas, a una velocidad promedio de 8,1 km/h. Comrades es en terreno asfáltico, con un desnivel de +2000 metros y 90 kilómetros. Immortals' race es un poco más larga, el mismo terreno e igual desnivel.

Si el objetivo es terminar Immortals en menos de 17 horas, debo correr a una velocidad promedio de 8,35 km/h.

Como se puede observar, no parece muy diferente el desafío, y con estos datos en mente, me inscribo.

Sábado 29 de octubre

Comienza la aventura a las 14:00 horas de Grecia.

Tengo armada una estrategia de tres etapas. A nivel ritmo, la idea es correr toda la carrera a una potencia de 190 W.

Primera etapa: del km 0 al km 37. El plan es hacer esta etapa en cuatro horas.

En los papeles el desnivel debería ser de +290 m. Salimos 121 corredores desde Trípoli. Voy a un ritmo controlado, muy cercano a los 185 W. La temperatura es ideal, unos 14 °C, y muy poca humedad.

Caro me viene asistiendo en cada checkpoint. ¡Qué alegría y energía me transmite cada vez que la veo! Esto permite no parar mientras me reabastezco con dos botellas nuevas de agua con electrolitos en cada puesto.

Administro bien la energía en las dos subidas de este tramo y recupero en las bajadas. El desnivel real fue de +452 m. Termino la etapa en 3 horas y 56 minutos. ¡En plan! Pero...

La última bajada es de 12 km. Logro recuperar el tiempo perdido en las subidas, pero mis cuádriceps se resienten mucho. Aunque corro intentando no ponerle demasiada presión, y sin frenarme, la falta de entrenamiento en esta superficie tan larga en bajada, hace mella en mis músculos.

Me duelen mucho.

Segunda etapa: del km 37 al km 80. El plan es hacer esta etapa en cinco horas.

Básicamente consta de una subida de 6 km, una parte plana de 7 km y luego una bajada de 30 km. El desnivel debería ser de +480 m.

La subida sigo controlándola, sin problemas. Pero ya en la parte plana, los cuádriceps duelen cada vez más. Y en la bajada, ya no puedo mantener el ritmo buscado y debo desacelerar. Las 17 horas para clasificar al Sparta ya no podrán ser. Una vez más me digo que el Sparta no es para mí, y lo tacho de mi listado de carreras pendientes.

Comparto estos pensamiento con Caro en el próximo checkpoint, y me anima a seguir. Incluso hacemos una rápida video conferencia con Celi y Nico (quienes están en Argentina), que me llena de energía.

A este ritmo más lento, voy cómodo y disfruto los paisajes que me regala la geografía de la península del Peloponeso. Montañas verdes, no muy altas y un atardecer de película, mientras continúo corriendo en dirección Sur, rumbo a Sparta.

Me siento muy bien, aunque debo tomar ibuprofeno por el dolor en los músculos delanteros de mis dos piernas. Estoy disfrutando la carrera, y espero con ansias los momentos en que me encuentro con Caro en los puestos de control.

Llego a Esparta a las 10 horas y media de carrera, o sea, 1 hora y media más que el plan.

El desnivel real es de +724 m y la bajada de 30 km, imposible hacerla rápido en el estado de mis cuádriceps.

Fotos con Caro y el Rey Leónidas (acá termina el Spartathlon) y continúo. Tal vez esta sea la oportunidad más cercana que tendré de pasar en una carrera junto al Rey...

Faltan ahora los últimos 62 km de carrera. Estoy bien, salvo a nivel muscular. Es de noche y la temperatura desciende un poco. Lo necesario para que agregue a mi torso una segunda piel, y un cortavientos.

En muchos sectores de este tramo apago la linterna. La luz de la noche es suficiente para ver la línea blanca de la carretera y voy corriendo en ese escenario diferente. El cielo, plagado de las estrellas que ofrece el hemisferio norte. Una belleza qué solo participando de estas aventuras uno puede protagonizar.

Tercera etapa: del km 80 al km 142. El plan para terminar antes de las 17 horas está descartado, y lo que debo asegurarme es de llegar antes del corte final de la carrera, que es a las 24 horas.

El desnivel de este último tramo debería ser de +1150 m. Básicamente se trata de una gran trepada de 25 km de largo hasta una altitud de 1300 m y luego la bajada a Kalamata.

Llego a un sector muy oscuro. Intento prender la linterna, y esta no obedece. Las baterías se agotaron más rápido de lo normal. Sin tener que quitarme la mochila, ya que llevo casi todo al alcance de la mano, encuentro las pilas de recambio. El sentido del tacto me permite cambiarlas en la oscuridad. Lo logro hacer, pero al no tener más reservas, vuelvo a apagar la luz cuando aparece algo de iluminación en la ruta.

Correr así tiene sus riesgos. El bache en la ruta debe ser esquivado, pero al no verlo, piso su borde y mi tobillo se tuerce muy feo y con bastante dolor. ¡Ahhhh! Grito y alguna montaña de las cercanías me devuelve mi voz. No paro, y al cabo de unos minutos, el dolor cesa. Por suerte no fue un esguince, pero debo redoblar los cuidados. La ruta no siempre está inmaculada.

Mantengo un trote lento, y así llego a la cima y comienzo la bajada final.

Durante la bajada siento un pinchazo agudo y constante en el tibial anterior de la pierna izquierda. A diferencia de los cuádriceps, este dolor es serio y puede llegar a ser inhabilitante.

Debo tomar más analgésicos para seguir. Normalmente se trata de una inflamación de la membrana muscular por el esfuerzo repetitivo (y la falta de entrenamiento en este tipo de terreno, con sus descensos infinitos).

El dolor es cada vez más intenso, pero ya solo faltan unas dos horas para llegar.

Veo desde arriba la ciudad de Kalamata y el mar. ¡Hermosa vista!

Así, maltrecho y lesionado, entro a la ciudad. Caro esperándome y gritando su apoyo.

A las 21 horas y 36 minutos, ¡finisher!

Las medallas las entregan al cierre de la carrera, o sea, en dos horas y media. Hacemos tiempo con Caro y nos sentamos a una mesa de un restaurant cerca de la llegada. No tengo hambre. Caro pide una ensalada.

Tengo calor.

-Me siento mal -le digo a Caro.

Percibo que me baja la presión, e inmediatamente coloco la cabeza entre mis rodillas. La situación no mejora, si no, que empeora.

-¡Me siento muy mal, llamá a alguien! -imploro desesperado.

Me invade una sensación horrible, mezcla de impotencia y de una tristeza infinita. El cerebro no resiste más y se apaga.

- Wake up! -siento agua en mi cara y una bofetada en la mejilla.

Estuve inconsciente casi un minuto. La enfermera logró revivirme. Me pregunta mi nombre y otros datos que respondo sin problemas. La miro a Caro. Está desencajada. El mozo que nos atendía habla con ella.

En el instante posterior siento que me suben a una camilla e inmediatamente a una ambulancia.

Sirena y carrera veloz por las calles de Kalamata. La miro a Caro y le digo que no se preocupe que ya estoy bien.

Ya en el hospital, suero endovenoso, bigotera con oxígeno, electrocardiograma, presión, oxigenación, análisis de sangre venosa y arterial.

Todos los análisis normales, excepto el valor de CPK.

Los valores normales de esta enzima que mide la lesión muscular, deben estar entre 30 y 300.

Mi resultado fue... ¡19.300!

Con estos valores, los médicos indicaron que debían pasarme tres litros de suero antes de darme el alta.

Transcurrida la primera hora y media, solo había ingresado 300 cm3 de suero. Pido hablar con el responsable de la guardia, y le indico que acelere el goteo y que al cabo del primer litro, mi decisión es la de dejar el hospital.

De mala gana, acceden, firmo el documento usual para estos casos, en donde asumo la responsabilidad de retirarme antes del alta oficial, y así concluye esta épica aventura por los pagos de Filípides.

Lamentablemente, tampoco esta vez logré el objetivo de clasificar al Sparta. Pero continuaremos con el proceso, sin bajar los brazos y buscando otras alternativas que me permitan llegar mejor la próxima vez que lo intente.

Video del evento en: MIRA EL VIDEO, Y SI TE GUSTA, ¡SUSCRIBITE AL CANAL!


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